Es bien sabido que la agricultura es el sector que produce más gases de efecto invernadero delante de la industria y de los transportes. Entre los gases que produce el sector agrícola, encontramos el CO2 que procede de la combustión del carburante para maquinaria agrícola, el metano que procede de la cría de ganado y el óxido nitroso que procede de la producción de fertilizantes, en mayoría nitrogenados.
Entonces, en el contexto agrícola actual, los ahorros de energía y la preservación del medio ambiente aparecen imprescindibles. Por un lado, el aumento del precio del petróleo provoca un aumento de los costes de producción de los productos agrícolas mientras que los precios de venta de éstos no siguen la misma tendencia. Por otro lado, la búsqueda de ahorros y la transición hacia las energías «renovables» se integran en un enfoque que permita preservar el medio ambiente y luchar contra el cambio climático.